Cuando uno piensa en un prototipo de turista seguro que a más de uno se le ocurre un japonés con su cámara de fotos disparando a diestro y siniestro cual francotirador. Por eso no deja de resultarme raro el que esté en Japón, más concretamente en Kurashiki, comportándome como uno de esos turistas japoneses. Bueno, al fin y al cabo yo también soy un turista y en el fondo todos los turistas acabamos haciendo más o menos lo mismo. Kurashiki es una ciudad bastante turística del sur de Japón, sobre todo para los propios japoneses, que se acercan en masa, principalmente en verano. Así que pocos éramos los turistas extranjeros que estábamos en esta ciudad; pude ver a unos cuantos angloparlantes y un pequeño grupo de españoles.
Le comentaba a Takuya, un reciente amigo, que para los japoneses no debe ser muy extraña la ciudad, aun siendo antigua y con las típicas casas japonesas de madera y me extrañaba que acudiesen en masa a verla, pero ciertamente nosotros también visitamos nuestras ciudades aunque no nos resulten pintorescas ni exóticas. Ciertamente el turismo de la ciudad está dirigido más al visitante nacional que al extranjero, aunque eso no debe echar por tierra la idea de visitarla ya que merece bastante la pena. Tiene un casco antiguo digno de ver y muy bien cuidado, con bastantes tiendas de artesanía local, cerámica sobre todo, y unos puestos de dulces y otros artículos locales muy majos. Yo me hice con unos o-hashi, palillos para comer, muy bonitos y que funcionan muy bien.
Hay un templo que merece ser visto, dedicado, sobre todo pero no sólo, a la diosa Amaterasu. Mientras subíamos una escalinata en la parte de atrás del templo dejamos a nuestra izquierda un cementerio y mas allá la ciudad actual, mientras a nuestra derecha un alto muro y unos más altos arboles nos flanqueaban el camino, cuando Takuya comentó que “a la izquierda la obra del hombre, a la derecha la naturaleza: así es Japón”. Nada que añadir
Le comentaba a Takuya que en España nadie quiere vivir cerca de un cementerio pero que aquí la gente vive sin problemas a su vera. El día anterior lo había comprobado mientras daba un paseo en bicicleta con Thanh, una chica vietnamita, por los alrededores del campus de la universidad de Okayama. Ciertamente eso demuestra una muy sana espiritualidad y una madurez con respecto a las fuerzas de la naturaleza. En España y en la mayoría del mundo occidental casi se teme a los muertos, más que respetarlos.
Suele ocurrir que en los grandes templos hay una zona pequeña, apartada, que suele ser más especial que las demás. En este templo de Kurashiki hay una pequeña área acotada, de unos 4x4 metros con un pequeño altar de ofrendas en la parte de delante. Cualquiera que pase por delante no le dará la mayor importancia, pero resulta ser lugar exclusivo reservado para el emperador; y la razón es ni más ni menos que está orientado al Este y dado que la diosa Amaterasu es una diosa solar resulta obvio que el lugar por el que el sol se alza cada mañana sea el lugar más sagrado del templo.
Hay por supuesto una gran cantidad de pequeños templos dedicados a otros menesteres y por supuesto el edificio principal, que es donde se realizan los oficios religiosos. Sin embargo no me deja de sorprender como son los pequeños rincones los lugares más interesantes: un señor rezando frente a una piedra con unas ofrendas, bajo la sombra de un árbol es una de las mejores imágenes que tengo de ese día. Mi buen guía me recomendó que no lo grabara así que le hice caso y esa imagen junto con las plegarias a viva voz y el canto de las cigarras las guardo en la memoria a buen recaudo.