miércoles, 17 de diciembre de 2008

12 Campanadas

Esto es parte de algo que escribi hace bastante tiempo y que he desempolvado del baul de las tareas pendientes. Espero acabarlo alguna vez



Durante miles de años las familias se han reunido, desde la caza del mamut en las frías estepas de Europa hasta el frío y artificial convencionalismo de las reuniones familiares, una vez al año para que no se olviden las caras de los familiares, que no quieres ver en realidad. Por suerte en esta familia no ocurre eso, aun… todavía se reúnen por el simple placer de reunirse a la luz y el calor de la chimenea. Es, sin duda, agradable contemplar el espectáculo de una familia así, aunque los vástagos olviden los rituales familiares y tomen las reuniones como una interrupción de su vida artificialmente creada y favorecida por las comodidades artificiales que sustituyen el calor de las relaciones humanas.


Tras tantos de años de relaciones humanas y en una sociedad tan vanalizada, mecanizada y despierta como en la que vivimos, en la que la ciencia nos descubre cosas que no somos capaces de comprender pero que cambian nuestra vida; en una sociedad en la que en solo cincuenta años ha cambiado todo de tal manera que los mayores han sido sobrepasados en sus perspectivas y el mundo esta en manos de los jóvenes; en una sociedad, en fin, que parece que ha olvidado sus raíces y que se vuelca en la nueva era como si nada de lo anterior importara, es en esta sociedad donde aun los antiguos rituales sociales, que parecían relegados a simples convencionalismos carentes de significado, resurgen e iluminan la soledad en la que estamos inmersos, una soledad paradójica pues es resultado de la sociedad de la comunicación y de las relaciones interpersonales. Mientras estamos sentados chateando con un coreano en la red de redes contándole nuestros problemas y oyendo los suyos y creyendo haber encontrado un amigo nos olvidamos de los que nos rodean y que se han convertido en fantasmas frente a un nuevo mundo que se despliega en la pantalla de un ordenador


1…

2…

3…

4…

5…

6…

7…


Cada uva es como un pecado que nos guardamos para nosotros. Van penetrando en nuestro cuerpo, repleto ya de comida, hasta llenar nuestro cuerpo con otra ración de autocomplacencia para iniciar el año tan saciados como podamos no vaya a ser que el próximo año no podamos hartarnos hasta reventar…


Me pregunto en que estarán pensando los miles de personas que veo en la televisión y que abarrotan la plaza de la capital. Todos parecen felices e ilusionados. Quizás están esperando un milagro antes de que acabe el año. Yo al menos no espero nada nuevo, aunque no pueda evitar contagiarme del sentimiento de esperanza que llena todo el mundo a esa hora. Casi puedo imaginar el año nuevo que barre la tierra de Este a Oeste como las ondas en el agua y a cuyo paso todo el mundo se contagia de esperanza, aunque solo dure unas horas, pues cuando te levantas al día siguiente, normalmente con una resaca descomunal, te das cuenta de que el mundo no ha cambiado en nada, auque la luz del nuevo año parezca diferente, mas brillante.


8…

9…

10…


El tiempo parece detenerse mientras suenan las campanadas

11…

12…


Las estrellas siguen girando…


No ha ocurrido nada especial en el mundo…


Daría igual celebrar cualquier momento de cualquier día de cualquier mes…


Las lágrimas de la mitad de la familia reciben el nuevo año. Creo que cada año llora más gente.


Y no saben si lloran de alegría o de pena…


Y quien quiere saberlo

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